Os voy a contar lo que he visto fuera de Addis, como ya hice en mi primera salida por la ciudad. Tomamos la carretera hacia el sur camino de Butajira. Nada más salir de Addis, desaparece el tráfico caótico y asoma el verde por todas partes. Estamos saliendo de la estación de lluvias y el campo está precioso. La gente camina al lado de la carretera. Pastores acompañados de vacas, ovejas y cabras cargan fardos de hierba. Las mujeres llevan a sus bebés atados en la espalda, algunas llevan turbantes en la cabeza. Los pueblos se suceden uno tras otro y todos son parecidos: una fila de pequeñas tiendas a un lado y al otro de la carretera y un gran árbol que da sombra y lugar a varias actividades (ancianos que se reúnen para charlar un rato, los jóvenes que juegan al futbolín y al pingpong, el mecánico que repara bicicletas…). Los carros tirados por burros avanzan a paso lento. Son muy rudimentarios, fabricados con unos palos de eucalipto y alambre y alguna rueda de bici o moto. Muchos se dirigen a Shashemene a vender y comprar en el mercado del sábado por la mañana. Las casas son de adobe con forma redonda. El techo de paja termina en punta con un palo que sobresale y queda rematado con medio cántaro, una rueda o algún adorno. Por dentro son muy austeras. Dan cobijo al ganado y a las familias numerosas que las habitan. Solo disponen de un lugar para cocinar y un camastro cubierto de piel de cabrito donde descansan apiñados por las noches. El suelo es de tierra. No tienen luz aunque por su terreno pasen los cables. Todas están cercadas con cactus o chumberas para que no entren los animales. Las más bonitas están pintadas o tienen barro de dos colores. Hay sembrados eucaliptos, plátanos, maíz, trigo y cebada. Ahora es época de calabazas y muchas mujeres salen a venderlas a la carretera. Hay grandes invernaderos donde se cultivan flores para la exportación. En los pueblos también veo ficus, falsas pimientas, buganvilias en forma de árbol, acacias, adelfas, margaritas y aloe vera. En algunos ríos con poco caudal la gente se baña y lava la ropa. Cuando detienes el coche los niños acuden a pedirte dinero, algunos desnudos, descalzos, mocosos y alegres. La imagen del valle del Rift es impresionante, esa enorme llanura formada hace unos 20 millones de años gracias a la actividad volcánica y que llega hasta la frontera de Kenia. Algún día lejano se separará del continente africano.









3 respuestas a “El campo etíope”
[…] invitan a pasar a su casa, que construyen cada nueve o diez años las mujeres y que me recuerda a las que ya he visto en Etiopía, hechas de adobe y boñigas porque su olor repele a las serpientes. Nos hablan de lo que comen, […]
[…] protegidos y además seriamente amenazados por la tala extensiva. Cuando sales de la ciudad, el típico paisaje es el de los campos de cereales (teff, cebada, trigo, etc.), algunas acacias aquí y allá y muchos […]
[…] un nuevo centro de maternidad en la entrada del hospital de la ciudad de Woldyia, respetando la arquitectura tradicional etíope (tukul), pero creando un edificio contemporáneo construido con acero y bambú. Innovación tecnológica y […]