“Todo el mundo puede empezar algo, pero el arte reside en llevarlo a cabo hasta el final”, dijo el último emperador etíope Haile Selassie I, descendiente del rey Salomón y de la mismísima reina de Saba. Acabo de terminar “Rey de Reyes: el éxito y la tragedia del Emperador Haile Selassie I de Etiopía” del historiador etiogermano Asfa-Wossen Asserate, publicado en alemán en 2014 y traducido al inglés por Peter Lewis (King of Kings: The Triumph and Tragedy of Emperor Haile Selassie I of Ethiopia) en 2017, la última de las muchas biografías de una de las figuras más controvertidas y formidables del siglo XX.
El padre del autor, Ras Asserate (“ras” significa príncipe en amárico), era primo de Haile Selassie y estuvo a su lado desde sus tiempos de regente en Abisinia (1916 – 1930) hasta el final de su reinado (1930 – 1974). Fue gobernador y virrey de Eritrea y lo ejecutó el DERG junto a otros ministros y nobles próximos al Emperador. Su abuelo, Ras Kassa, era primo de Haile Selassie y tenía más derechos dinásticos que él (por ser también descendiente de la línea de Gondar-Lasta), sin embargo, ni su abuelo Ras Kassa ni su padre Ras Asserate tenían deseos de poder imperial y, a diferencia de muchos otros aristócratas, permanecieron leales al Emperador. Por tanto, Asfa-Wossen Asserate, era sobrino nieto de Haile Selassie y su biografía aporta un toque personal de la vida de la corte. El autor estaba estudiando en Alemania cuando el DERG lo declaró persona non-grata (1974). Ha publicado varios libros de Historia y un best seller en alemán sobre buenos modales.
Muy lejos de la imagen ridiculizada que presentaron escritores occidentales como Ryszard Kapuscinski o Evelyn Waugh, Asfa-Wossen Asserate ofrece un retrato digno, vivo y cercano del emperador Haile Selassie I. Entre sus logros, la ilegalización de la esclavitud y el sistema feudal en 1923, la lucha con los Aliados en contra de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, el espíritu modernizador, su gran diplomacia y visión panafricanista. En su contra, el absolutismo, el rol excesivamente paternalista y centralista y su incapacidad de delegar poder o decisiones.
Hijo de Ras Mekonnen, uno de los generales más leales a Menelik (entonces rey de Shoa, después emperador Menelik II), y de la princesa de Wollo, Yeshimebet, nació en Egersa Goro en 1892. Siempre estuvo vinculado a Harar, que cayó bajo el poder abisinio en 1887. Menelik le dió a su padre el control de esta provincia predominantemente musulmana por su gran contribución en la derrota a los italianos en la batalla de Adwa (1896). Fue educado por los capuchinos católicos que se refugiaron en esta zona cuando el emperador Yohannes los expulsó de Addis Abeba. Haile Selassie se casó con la princesa Menen Asfaw, nieta del rey Mikael de Wollo y sobrina de Lij Iyasu, en 1911. Se convirtió en sucesor de Menelik cuando su heredero más directo, su nieto Lij Iyasu, fue depuesto con el pretexto de que se había convertido al Islam.
La lucha contra el fascismo de Mussolini fue uno de los hitos de su gobierno. Apareció en la Asamblea General de la Liga de Naciones para denunciar la brutal invasión italiana (1935): “La catástrofe es inevitable si los grandes estados apoyan y contemplan la violación de los pequeños países”. Aunque se marchó al exilio, su ejército siguió peleando contra los italianos y, en 1941, volvió al poder con la ayuda de los británicos y sudafricanos. La revista Time lo declaró Hombre del año en 1935. (En este periodo tiene lugar la novela de Maaza Mengiste, The Shadow King).
Religioso y modesto en sus rutinas, pero gustoso de la pompa y la ceremonia para legitimar su poder. Su rostro parecía inamovible, “solo sus ojos parecían vivos y podían mostrar suavidad, cariño, amabilidad y sinceridad, mezcla de orgullo, madurez y melancolía». En amariña se hicieron populares durante su reinado dos términos: “fit masmetat” (literalmente: dejarse abofetear), es decir, hacer lo que sea para que el emperador note tu presencia y “daj matnat” (o esperar eternamente en la puerta de afuera), o sea, aparecer cada día en el Gebbi o recinto del Palacio Real para conseguir audiencia. Yetamegnu, la protagonista de la novela The Wife’s Tale de Aida Edemariam sufre este tipo de experiencia desagradable y humillante cuando tiene que resolver el asunto de sus tierras.
He disfrutado especialmente el capítulo en el que habla benévolamente del movimiento rastafari, que considera a Haile Selassie un mesías y un luchador ejemplar contra la sociedad colonial. Él nunca se acabó de creer sus atribuciones divinas: “No somos Dios. No somos profetas, somos esclavos de Dios”, aclaró en su viaje al Caribe en 1966. Construyó dos iglesias ortodoxas en Jamaica y Trinidad y les legó tierra a los rastafaris para que se establecieran en Shashemene. Según Asserate, “no hacía distinción entre color de piel, etnia, estatus o religión, sólo una cualidad era indispensable para Haile Selassie: la incondicional lealtad hacia él”.
Una anécdota que me ha hecho gracia es cuando, en una de sus visitas a Reino Unido para negociar la construcción de un puerto en la británica Somaliland, Jorge V recibió en Buckingham Palace a Haile Selassie acompañado de su séquito: Ras Hailu, príncipe de Gojjam (donde los británicos tenían planeado construir una presa en el lago Tana), Ras Seyoum, príncipe de Tigray, Ras Nadaw, quien había negociado la entrada de Etiopía, y Gebre Selassie, gobernador de Adwa. El suceso, que dice mucho del carácter etíope, es entre Jorge V y Ras Hailu. El rey británico le pide a su intérprete que le pregunte al príncipe de Gojjam si habla inglés, francés o árabe. Ras Hailu replica que si el rey habla amárico, galiña (afan oromo) o gurage. Cuando Jorge V dice que no, Ras Hailu responde “me alegra saber que ambos somos igualmente ignorantes”.
También me fascinan las referencias de Nelson Mandela a Etiopía y al Emperador: “Etiopía ha ocupado siempre un lugar en mi imaginario y la expectativa de viajar a Etiopía me atraía más que un viaje a Francia, Inglaterra o América juntos. Sentía que podía visitar mi propia génesis y desenterrar las raíces que me hacían africano, conocer al mismo Emperador sería como estrechar la mano a la Historia”. Mandela tomó un vuelo de Jartum a Addis Ababa pilotado por un etíope y entró en pánico, pero luego pensó: “he caído en el modo de pensar del apartheid, pensando que los africanos somos inferiores y que pilotar es trabajo de hombres blancos” y se regañó a sí mismo por esos pensamientos. “Aquí (en Etiopía), por primera vez en mi vida, vi a soldados negros dirigidos por generales negros y aplaudidos por líderes negros que eran invitados por un Jefe de Estado negro. Fue un momento emocionante. Solo esperaba que fuera una visión de lo que sucedería en mi propio país”.
El 20 de mayo de 1963, los jefes de estado y gobierno de 28 países africanos se sentaron juntos en el African Hall de Addis Abeba para discutir un camino común hacia adelante y así nació la Organización para la Unión Africana (OAU, después Unión Africana). Como dice Asserate, “un compromiso entre los puntos de vista ideológicos y formas de gobierno más divergentes, pero un hito en la historia africana”. Haile Selassie defendió en todos sus discursos la unión e independencia del continente. En una de sus pocas entrevistas define su concepto de no-alineación: “nuestra propia versión, nuestra concepción de no-alineación es cuando un país recibe cualquier tipo de ayuda de otro país, sin caer bajo la influencia de ese país, o cuando cuando un país es capaz de potenciar su economía con ayuda externa sin ser indebidamente influenciado por un país o bloque extranjero, eso es no-alineación”.
Su incapacidad de introducir grandes reformas sociales y su indiferencia al sufrimiento por la hambruna de Wollo iniciaron las protestas y la revolución en 1974. Mengistu y el DERG ponen fin a sus 60 años de reinado y a 3000 años de monarquía en Etiopía. Haile Selassie es derrocado y asesinado por el golpe militar comunista. Estuvo por años enterrado en su cuarto de baño hasta que el 5 de noviembre de 2000 (durante el gobierno de Meles Zenawi) fue enterrado dignamente en la catedral de la Trinidad en Addis Abeba. Su única hija sobreviviente, ya anciana, Tenagnework, el autor de esta biografía Asfa-Wossen Asserate y una gran multitud asistieron emocionados al funeral de estado.
Asfa-Wossen Asserate termina su biografía reivindicando el papel de Haile Selassie I en la historia: “sus sesenta años de servicios al país tendrán más peso que los errores que pudo cometer”: abrió escuelas y universidades de estilo occidental y envió a miles de estudiantes a formarse al extranjero (10.000 en 1973 solo a EE.UU); introdujo una constitución en 1930 e hizo miembro a Etiopía de la Liga de las Naciones; estableció un banco estatal y una moneda nacional; inauguró las líneas aéreas; unificó Eritrea a Etiopía consiguiendo el acceso al mar; donó la sede de la OAU e independizó a la iglesia ortodoxa de Alejandría. Fue un gran diplomático en política exterior, admirado por los líderes africanos, mesías para los rastafaris que ansían vivir bajo el liderazgo de un rey negro, Negusa Negast (rey de reyes, el emperador con más poder en la historia de Etiopía), luchador contra el fascismo y el colonialismo, capaz de “mantener el estado multiétnico de Etiopía en unidad e independencia”. Los últimos años de su reinado ya no pensaba en modernizar el país, sino en mantenerse en el poder. Se negó a establecer una monarquía parlamentaria, creyó hasta el final que su destino estaba en manos de Dios y, como dice el historiador etíope Bahru Zewde, “su gran error es que reinó por demasiado tiempo”.
¿Y qué pasó después? Nos cuenta Asfa-Wossen Asserate en el epílogo que diecisiete años de Terror Rojo y la disputa por la frontera con Eritrea dejaron un país corrupto y empobrecido. En 1991, el TPLF (Tigray People’s Liberation Front) se hizo con el gobierno (hasta 2018). No se les pueden negar algunos éxitos económicos, pero también falta de compromiso con los derechos humanos. Asserate achaca al TPLF haber dividido Etiopía en regiones y líneas étnicas: “no es el camino para un país tan heterogéneo como Etiopía con más de 80 grupos étnicos y más de cien lenguas”, una “federación étnica que se parece al régimen del apartheid sudafricano y que nada tiene que ver con los estados federales de EEUU o Alemania”. “La unidad y soberanía de Haile Selassie debería prevalecer: unidad en la diversidad y diversidad en la unidad”. Tiene varias entrevistas en Youtube donde sostiene que el peor mal de África es el tribalismo. Y en esto estamos…
Recomiendo este libro si te gustan la Historia o las biografías. Si es lo primero que lees de Etiopía, iría a por novelas más amenas. Reseñas en este blog:
Fasil Yitbarek, The Texture of Dreams (2005).
Camilla Gibb, Sweetness in the belly (2005).
Dinaw Mengestu, The Beautiful Things That Heaven Bears (2007).
Maaza Mengiste, Beneath the Lion’s Gaze (2010).
Hiwot Teffera, Tower in the Sky (2012).
Aida Edemariam, The wife’s tale: A personal history (2018)
Maaza Mengiste, The Shadow King (2019)
(En la foto, los emperadores de Etiopía Tewodros II, Menelik II, Johannes IV y Haile Selassie I; artesanía de Shashemene. Foto: eaTropia).


3 respuestas a “Biografía de Haile Selassie I de Etiopía”
[…] de los actores”. El historiador etiogermano Asfa-Wossen Asserate reflexiona en el epílogo de King of Kings: The Triumph and Tragedy of Emperor Haile Selassie I of Ethiopia sobre la gestión del TPLF en el gobierno y los acusa de haber dividido Etiopía en regiones y […]
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